La actividad física genera una serie de beneficios durante la niñez y adolescencia que incluyen un crecimiento y un desarrollo saludables del sistema cardiorrespiratorio y músculo-esquelético, el mantenimiento del equilibrio calórico, y por lo tanto, un peso saludable, la prevención de los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares tales como la hipertensión o el elevado contenido de colesterol en la sangre, y la oportunidad para desarrollar interacciones sociales, sentimientos de satisfacción personal, bienestar mental.
El grado en el que la inactividad contribuye a los crecientes niveles de obesidad en la infancia no ha sido definido con claridad. Sin embargo, existen pruebas científicas sólidas que sugieren que los niños, niñas y jóvenes inactivos que dedican más tiempo a tareas sedentarias tales como ver la televisión o los juegos de ordenador presentan más probabilidades de tener un exceso de grasa.
Existen pruebas científicas sólidas que demuestran que la actividad física es importante para el bienestar psicológico infantil y juvenil. Los niños, niñas y jóvenes con niveles de actividad más bajos presentan una prevalencia más elevada de trastornos emocionales y psicológicos, tales como ansiedad y depresión, lo que conlleva a una alta probabilidad de participar en pandillas y consumo de drogas.
El deporte y el ejercicio proporcionan un medio importante para que niños, niñas y adolescentes tengan éxito, lo que contribuye a mejorar su bienestar social, su autoestima, sus percepciones sobre su imagen corporal y su nivel de competencia, provocando un efecto más positivo en aquellos que ya tengan una baja autoestima. Además, los niños, niñas y jóvenes con niveles de actividad más elevados presentan asimismo más probabilidades de tener un mejor funcionamiento cognitivo.
Las actuales recomendaciones son las siguientes: